El camino

Te despiertas, desayunas, corres hacia el trabajo, comes lo que puedes de la manera más sana que conoces, sigues trabajando, si tienes suerte tomarás algo para la merienda, llegarás a casa destrozado y te acostarás pensando en que mañana será mucho mejor, mientras te preguntas si el resto de tu vida será así

Venga seamos realistas, esto no es del todo así, entre medias tienes tiempo para muchas cosas más, decirle te quiero a esas personas tan importantes en tu vida, pensar en un futuro mejor, tomarte unas cañas con los amigos, disfrutar de tu afición más preciada.

Para cambiar un poco el enfoque y progresar en todo esto, siempre me ayudo de una de las imágenes que uso un profesor de la facultad que decía:

«…a primera vista, parecería que el único fin de la trabajosa vida del hombre fuese el llegar a conseguir lo más posible. Y, sin embargo, en lo que al espíritu se refiere, esto no es más que una apariencia. Mientras somos felices, vivimos en una escala ascendente, en la que cada cosa nos conduce a otra, en una seriación sin fin. Siempre hay un horizonte nuevo para el que mira adelante; y aunque habitamos en un minúsculo planeta, sumergidos en asuntos baladíes y no por más tiempo que el breve período de unos años, estamos formados de tal modo, que nuestras esperanzas son tan inaccesibles como las estrellas y antes termina nuestra vida que nuestro esperar. El ser realmente feliz es una cuestión de cómo empezamos y no de cómo terminemos; de lo que deseemos y no de lo que hemos conseguido. Una aspiración es una perenne alegría, una posesión tan sólida como puede serlo una propiedad rústica o una fortuna que no podemos agotar, y que nos da, año tras año un interés de placentera actividad. Poseer muchas aspiraciones es ser espiritualmente rico. La vida no es más que un aburrido teatro, mal dirigido por un mal director de escena, a menos que tengamos interés en la pieza que se representa; y para aquellos que no poseen ni arte ni ciencia, el mundo es sólo una ordenación de colores o una senda áspera donde muy bien podrían romperse las espinillas. Es en virtud de nuestros propios deseos y nuestra curiosidad por lo que no es posible seguir existiendo con una constante paciencia, por lo que nos resulta atractivo el aspecto de las cosas y de la gentes y por lo que nos despertamos cada día con un renovado afán de trabajo y placer. Curiosidad y deseo son los dos ojos a través de los cuales vemos el mundo con los más encantados colores, son ellos los que hacen que nos parezcan hermosas las mujeres y los fósiles interesantes. Y aunque el hombre dilapide su fortuna y llegue a verse en la indigencia, todavía será rico en posibilidades de placer. Poco sabéis vuestra propia fortuna: porque un viajar lleno de esperanzas es mejor que el llegar; y el verdadero triunfo es el trabajo.»

«Robert Louis Stevenson. Virgiinibus puerisque y otros ensayos»